La visión humana no distingue “profundidad”, sino que el ojo es selectivo y, las señales que envía al cerebro, son luego interpretadas según el interés. El ojo se mueve a una velocidad que no puede ser comparada con ningún instrumento hecho por la mano del hombre.
Pero estamos con la Fotografía. Y en ésta somos nosotros los que dirigimos. De ahí que lo que hagamos con la profundidad nos dirá una cosa u otra. Somos los amos de la selectividad, desde la profundidad de campo hasta el encuadre.
En esta foto, llamada <Mirada de gato>, no quiero profundidad de campo extrema. Imito lo que pienso de la mirada del gato, que tampoco es fiel, porque, como yo no soy gato, no sé lo que ve dicho animalito.
Estoy tirado en el suelo y se está bien con el fresquito de las losas. De entre todos los planos posibles, sólo uno está enfocado. Y por supuesto, el diafragma abierto al máximo.
Pero en esta otra, llamada <El vigilante> quiero toda la profundidad de campo, porque, si no, la idea del “vigilante” se perdería:
Y, así jugamos como fotógrafos. Seguro que la visión de estas dos fotos en su sitio original no tiene nada que ver con lo retratado.
¿Estás dispuesto a ver? O sólo miras.
Gracias.